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COVID-19: Luz al final del túnel y trecho por recorrer

por Dr. Diego Chaves-Gnecco, MD, MPH, FAAP (diego.chaves-gnecco@chp.edu)


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El presidente Joseph Biden anunció que para el 1 de mayo todo adulto en los Estados Unidos que quiera recibir la inmunización contra el COVID-19 podrá hacerlo. 

No significa que todos estaremos vacunados para entonces; esto se logrará muy seguramente en el verano.

El anuncio es de suma importancia. 

En la medida que la preocupación aumenta por variantes genéticas del virus COVID-19 como las de Brasil, el Reino Unido, Sudáfrica y Nueva York, las mejores herramientas para acabar con la pandemia y luchar contra esas mutaciones son las vacunas y las medidas de bioseguridad. 

Para que las inyecciones funcionen más del 80 por ciento de la población debe recibirlas. 

Entre tanto, el continuar con los protocolos de prevención es de extremada importancia: 

-Lavarse las manos frecuentemente.

-Usar tapabocas, mantener distanciamiento físico de al menos 6 pies/2 metros de distancia con otras personas.

-Evitar darnos las manos, abrazarnos y saludarnos de beso.

-Seguir reportando síntomas nuevos. 

-Si no nos sentimos bien, si tenemos fiebre o tos, debemos llamar al médico para seguir sus indicaciones.

-Evitar eventos que no sean necesarios y donde haya congregación de personas.

En la actualidad, contamos con al menos tres vacunas disponibles aprobadas contra el COVID-19 en los EE.UU. 

Las de Pfizer y de Moderna que vienen siendo administradas desde diciembre, requieren dos dosis.

Pfizer especifica que sean 21 días después de la primera dosis y Moderna, 28 días después de la primera. 

La tercera vacuna es la de Johnson & Johnson o Janssen Pharmaceuticals. 

Esta última requiere una sola dosis y es mucho más fácil de transportar y refrigerar. 

Para que estas vacunas hayan sido aprobadas, deben haber demostrado ser efectivas y seguras.

Durante varios meses, miles de voluntarios participaron en los estudios de investigación, certificando que las vacunas contra el COVID-19 son seguras.

Se demostró eficacia para proteger contra el COVID-19, especialmente contra las complicaciones derivadas como hospitalización, intubación y muerte entre un 95% y 100%. 

Es decir, que quienes reciban la vacuna tienen prácticamente una probabilidad cercana a cero de enfermarse gravemente, ser hospitalizado o llegar a morir por COVID-19. 

En cuanto a los efectos secundarios reportados son todos mínimos y temporales. 

Incluyen fiebre, dolores musculares y articulares; dolor y enrojecimiento en el sitio de inyección, malestar general y agotamiento. 

El malestar parece ser más frecuente después de la segunda dosis. 

De todas formas, los efectos secundarios son transitorios y no duran más de 48 horas. Igualmente, las agencias reguladoras, los científicos y todos los médicos seguimos monitoreando en caso de que se lleguen a presentar efectos secundarios mayores. 

Para mediados de febrero del 2021, más de 30 millones de personas en los Estados Unidos habían sido vacunadas, sin reportar efectos secundarios severos ni de consideración. 

En la medicina siempre estamos tomando decisiones poniendo en una balanza los beneficios versus los riesgos que un tratamiento o una intervención pueden tener. 

En el caso de las vacunas contra el COVID-19, no solo el beneficio de su administración sobrepasa los riesgos de efectos secundarios.

Se espera que en los meses venideros la vacunación en los EE.UU. y en el mundo entero continúe aumentando y ojalá, especialmente en poblaciones de alto riesgo como las comunidades latinoamericanas.  

 



 
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