María D. Valderrama
París, 9 mar (EFE).- "Un invierno en París en el que los opuestos se atraen": así definió Chanel la colección que reveló este martes en la Semana de la Moda de París, donde recuperó sus códigos más conocidos, como el blanco y negro o el contraste de texturas, con un punto montañero.
A falta de pasarela, pues todos los desfiles de esta edición se celebran de forma virtual por la pandemia, la firma recurrió a una de las calles más conocidas de la noche parisina, la Rue Princesse, en el céntrico barrio del Odéon, donde sus modelos se colaron en una fiesta clandestina en el famoso club privado Castel.
Un guiño nostálgico a la diversión y a la vida nocturna que en Francia lleva todo un año cancelada por las restricciones para frenar el coronavirus.
Grabadas por el dúo holandés Inez & Vinoodh, que ha estado al frente de la fotografía de las campañas desde la muerte del diseñador Karl Lagerfeld en 2019, las modelos lucieron trajes de sastrería de corte amplio en "tweed" y anchos abrigos de corte militar.
La clave de la colección fue la combinación del "tweed", el tejido de lana calada típico escocés, con una mezcla de estampados geométricos, aplicaciones metalizadas y volúmenes.
Una imponente falda tipo "kilt" se lleva con un cardigan pegado al cuerpo y botas de pelo, mientras un abrigo militar, largo hasta los pies, combina con un cortísimo vestido drapeado.
La colección otoño-invierno 2021/2022 jugó además con los códigos de la casa, la afición por el esquí -como se vio en las botas pero también en los jerséis de punto con motivos nórdicos y los exagerados plumíferos en abrigos- y el binomio blanco y negro.
En paralelo a la sensualidad de los trajes masculinos combinados con tops tipo corsé, en encajes negros y pegados al cuerpo, la marca introdujo vestidos con semitransparencias, en los que una banda y una falda de lana plisada quedan unidos en un vestido en tul negro traslúcido, que deja al aire el vientre y los hombros.
El estilismo nocturno alternó con otros conjuntos mucho más juveniles y con un punto ochentero como monos de bermudas, vestidos de punto estampados o petos efecto acolchado grabados con el logo de la casa que se convierten en prendas de noche sobre camisas de encaje.
Destacó también un mono de trabajo negro estampado con flores de camelia, combinado con una blusa lila y cinturón de cadenas.
UNA PROPUESTA MÁS AUDAZ
El blanco y negro, esenciales en la marca, rellenaron las botas, que se llevaron también en blanco y puntera negra (el secreto de Coco Chanel para estilizar las piernas y disimular los pies grandes), pero sobretodo en los estilismos, donde el cuero, el tul, la lana y la seda sirvieron para crear texturas de aspecto agradable y opulento.
Algunos toques de tono tierra, berenjenas, terracota y camel añadieron un punto más cálido a la línea, en una serie de abrigos metalizados pero también en unas divertidas chaquetas de pelo con falda a juego, una forma simpática de reinventar su traje "tweed".
La diseñadora, Virginie Viard, que en sus primeras colecciones desde 2019 había apostado por un Chanel más minimalista, se atrevió en esta ocasión con una propuesta más audaz y más abundante en joyas y complementos.
El maquillaje -con un efecto ahumado en los ojos- y los peinados se mantuvieron naturales, con algún sencillo alisado y ondas surferas, cuando el cabello no iba cubierto por un gorro de lana en punto elástico.
A falta de celebridades, la firma contó con cantantes como el coreano G-Dragon, la belga Angèle, la estadounidense Andra Day y la actriz estadounidense Margaret Qualley, que participaron en un vídeo previo al desfile, difundido en redes sociales, añadiendo el punto de glamour que el mundo virtual está dejando atrás.
La pasarela parisina cierra este miércoles, tras nueve días de presentaciones, con el desfile virtual de Louis Vuitton, que mostrará sus propuestas para el próximo otoño-invierno. EFE
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