Si reflexionamos sobre el valor de la vida, la de nuestros padres o hijos, una abrumadora mayoría coincidiría en que esta es indudablemente invaluable. Sin embargo, al momento de escribir este artículo, Unicef estimaba que cada diez minutos un niño palestino puede morir a causa de los bombardeos en Gaza.
El Fondo Internacional de Emergencia para la Niñez de las Naciones Unidas (Unicef) reveló este alarmante dato el 31 de octubre de 2023 en Ginebra como parte de un informe que categorizó a la Franja de Gaza como un “cementerio infantil”.
Para el 7 de noviembre, el Ministerio de Salud de Gaza había reportado más de 4 230 niños muertos a causa de los ataques israelíes, y más 12 000 heridos. En total se han registrado más de 10 300 palestinos muertos, 70% de ellos civiles inocentes: incluyendo mujeres, niños y adultos mayores.
La Organización Mundial de la Salud, para la misma fecha, dio a conocer que, de los 35 hospitales en Gaza, 15 estaban completamente inoperantes debido a la falta de suministros y daños estructurales.
Los ataques por parte del gobierno de Israel sobre la Franja de Gaza surgen como respuesta a la incursión que perpetraron militantes de Hamás –el 7 de octubre– cuando atacaron Israel dejando un saldo de 1 400 muertos y 222 personas secuestradas.
Hamás es una organización islámica, política y paramilitar que opera dentro de Gaza. Su ideal se basa en la liberación y la creación de un gobierno propio en este territorio, que ha estado bajo la ocupación de Israel desde 1967.
Tras el atroz acto de Hamás, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, quien se caracteriza por sus posturas de extrema derecha, fue enfático y prometió “una venganza nunca vista”.
Su estrategia durante las pasadas semanas ha sido una de violencia indiscriminada. Según reporta Al Jazeera, el promedio de misiles y bombas contra Gaza es de 1 000 por día, equivalentes a 18 000 toneladas de explosivos.
Los ataques aéreos han destruido hospitales, campos de refugiados, y el 4 de noviembre bombardearon una escuela.
Para ponerlo en contexto, Gaza es diminuta y pobre, mide unas 25 millas de largo y siete de ancho. Es además una de las zonas más densamente pobladas del planeta, acomodando a cerca de 2.2 millones de habitantes. Fuentes estiman, que al menos la mitad (1 millón) ha sido desplazada a causa del conflicto.
Los residentes palestinos, a pesar de ser nativos de la zona, no cuentan con ciudadanía israelí, no gozan de derechos civiles y están obligados a vivir confinados a los territorios ocupados.
Contrario al consenso generalizado popularmente, esta no es una guerra religiosa, se trata de un proceso colonial.
A finales del siglo 19, buscando escapar del discrimen y la persecución religiosa, grupos de judíos europeos comenzaron a crear pequeñas comunidades en territorio palestino, en ese entonces bajo el mandato del Imperio Otomano. Para este tiempo, 91% de la población en
Palestina era árabe musulmana, y coexistía en paz con una minoría cristiana y una judía autóctona.
Luego, en 1920, pasan a ser ocupados por el ejército británico, que consiguientemente convierte a Palestina en refugio para sobrevivientes del Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial. Durante la ocupación británica, la comunidad judeo-europea creció de un 10% a un 30%, llegando a ocupar un 6% de las tierras. Tras finalizar la guerra, la ONU designó un 55% del territorio para conformar el nuevo Estado de Israel.
Para las siguientes décadas se desarrolló un período de expansión territorial que llegó a ocupar el 78% de lo que fue Palestina.
Luego, en 1967, Israel tomó lo poco que le quedaba a la población árabe: la Franja de Gaza y la Ribera Occidental.
A partir de ese entonces, movimientos progresistas –tanto judíos como árabes– han abogado por la formación de un estado secular y democrático que otorgue igualdad de derechos a todos sus residentes, o de dos estados soberanos bajo las mismas condiciones.
Estos reclamos se han visto obstaculizados por la continua expansión de los asentamientos israelíes en los territorios palestinos ocupados y por el surgimiento de Hamás, que exige un estado islámico.
En su origen, Hamás contó con el apoyo de Estados Unidos e Israel como una estrategia para socavar la labor que realizaba la Organización de Liberación de Palestina, cuyas posturas (similares a las del líder sudafricano Nelson Mandela) tenían el potencial para unificar la región, erradicar la segregación étnica y disminuir el poder de la estructura colonial que ejerce el gobierno israelí.
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*En esta gráfica comparativa se puede apreciar la colonización de Palestina a través de los años. (CC)