Durante los últimos 18 meses hemos estado preocupados por la pandemia de COVID-19.
Sin embargo, mucho antes del coronavirus, todos los años entre octubre y abril nuestra preocupación estaba enfocada en la influenza.
Hoy día nos inquieta pensar que en el invierno del 2021–2022 tengamos dos epidemias simultáneas, una “twindemia”: COVID-19 e influenza.
Entre octubre del año 2004 y septiembre del 2012 hubo 830 muertes de niños sanos atribuidas a complicaciones del “flu”.
Todos tenían algo en común, y es que, además de estar sanos, no recibieron la vacuna contra la enfermedad.
De acuerdo con estadísticas de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), la mayor causa de mortalidad en estos menores fue la neumonía secundaria a la infección por influenza. La edad media era de siete años.
Desde hace mucho tiempo, los especialistas de la salud sabemos que los niños y adultos con ciertas condiciones debilitantes, al igual que aquellos en los extremos de la vida, los niños pequeños y los adultos mayores, se encuentran en mayor riesgo de presentar complicaciones incluyendo la muerte cuando se ven infectados por la influenza.
Dentro del grupo de condiciones debilitantes están –entre otras– el asma, la diabetes, enfermedades del corazón, del riñón, epilepsia y parálisis cerebral.
Llama la atención del reporte de los CDC, que niños completamente sanos, quienes contraen la influenza, pueden también sufrir de complicaciones, incluso la muerte, como sucedió con los 830 casos entre octubre del 2004 y septiembre del 2012.
La buena noticia es que tenemos formas de prevenir y protegernos de las dos epidemias vacunándonos.
Continuar con las medidas de mitigación como el uso del tapabocas, el lavado de manos frecuente, el distanciamiento físico y el evitar asistir a eventos multitudinarios, especialmente en espacios cerrados, nos ayudará a protegernos no solo del COVID-19 sino también de la influenza.
La mayor preocupación que tenemos los especialistas de la salud es que la ocupación hospitalaria aumenta con estas dos enfermedades.
Los CDC recomiendan que todos los niños mayores de seis meses reciban la vacuna contra la influenza.
La prevención en estos casos es la mejor estrategia contra complicaciones y desenlaces fatales como la muerte.
Si el niño está recibiendo por primera vez en su vida la vacuna, y es menor de nueve años, la recomendación es entonces que tenga dos dosis con un mes de separación.
Pero si es menor de nueve años y ya ha recibido estas dos dosis en el pasado, entonces en adelante sólo necesita una dosis al año durante la temporada de influenza, que en los Estados Unidos va de octubre hasta abril.
Si el niño es mayor de nueve años, sólo se requiere una dosis de la vacuna así sea la primera vez que la recibe en su vida.
En cuanto al COVID-19, actualmente en los Estados Unidos contamos con tres vacunas: Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson. Las tres han sido aprobadas para mayores de 18 años y Pfizer para mayores de 12.
Pfizer requiere dos dosis 21 días aparte, Moderna dos con 28 días de separación y Johnson & Johnson solo necesita una.
Las tres vacunas han demostrado una eficacia para proteger contra el COVID-19 y especialmente contra complicaciones como la hospitalización, intubación y muerte entre un 95–100%.
Aquellas personas que reciban la inyección tienen prácticamente una probabilidad cercana a cero de enfermarse gravemente, ser hospitalizados o llegar a morir por COVID-19.
La mejor forma de protegernos contra el coronavirus y la influenza es vacunarnos, además de continuar con las medidas de mitigación como el uso del tapabocas.
¡Vacunémonos todos!