Tomioka (Japón), 6 mar (EFE).- Más de 36.000 personas continúan desplazadas diez años después de la catástrofe nuclear de Fukushima, la mayoría sin deseos de volver por el temor a la radiación o tras haber iniciado una nueva vida, y mientras siguen las titánicas tareas de reconstrucción de la zona.
El destino de la región dio un vuelco el 11 de marzo de 2011, cuando un terremoto de 9 grados Richter originado en la costa noreste del archipiélago sacudió todo el país y provocó un devastador tsunami que arrasó la costa, dejó 18.000 muertos y desaparecidos, y un profundo trauma en la memoria colectiva.
En la central nuclear de Fukushima Daiichi, el desastre natural provocó fusiones parciales en tres de los reactores y otros daños que durante varios días esparcieron residuos radiactivos en torno a la planta, lo que llevó a las autoridades a decretar la completa evacuación en 20 kilómetros a la redonda.
DESPOBLACIÓN ACELERADA
Las autoridades han levantado progresivamente en la última década las órdenes de evacuación impuestas por la radiación excesiva, aunque un 2,4 % de la superficie de Fukushikma, la tercera mayor prefectura de Japón, siguen siendo "zonas de difícil retorno", y localidades como Futaba permanecen sin un solo habitante.
En Okuma, uno de los municipios que alberga la central, sólo el 2,8 % de la población ha regresado tras reabrirse a sus habitantes hace un año, mientras que en las vecinas Tomioka, Namie e Iitate apenas se llega al 10 %, según dijo el gobernador de Fukushima, Masao Uchibori, en una reciente comparecencia telemática.
"Siempre transcurre un tiempo hasta que los residentes regresan a sus hogares, incluso después de levantarse la orden de evacuación", explicó Uchibori, que reconoce que la catástrofe natural y atómica han provocado una aceleración de la despoblación en la región que deben abordar con urgencia.
Para atajar el problema, las autoridades ofrecen ayudas de dos millones de yenes (15.500 euros) para las familias que se muden a alguno de los 12 municipios que rodean la central.
Mientras, más de 36.000 personas de las más de 164.000 que llegó a haber evacuadas (entre afectados por órdenes de evacuación y quienes se marcharon voluntariamente) siguen desplazadas y tanto las ayudas estatales como las compensaciones de la operadora de la planta, Tokyo Electric Power (TEPCO), han llegado a su fin.
Uno de ellos es Toru Anzai, quien se vio obligado a abandonar su casa en Iitate y los cultivos de arroz y hortalizas que le daban sustento, y que ha residido en alojamientos temporales hasta que éstos dejaron de estar subvencionados en 2019.
"No creo que pueda volver a mi casa ni a vivir como antes", señaló a Efe Anzai, de 73 años, quien considera "insuficientes" las ayudas y el trato de las autoridades a los desplazados, puesto que van dirigidos a repoblar unos terrenos que no han sido recuperados completamente.
"Es como un pastel podrido que, al ser envuelto con bonitos papeles, se ve bien por fuera", afirmó.
RETICENCIA A VOLVER
Según una reciente encuesta del Instituto de Revitalización, Regeneración y Gobernanza de zonas de desastre de la Universidad Kwansei Gakuin, un 65 % de los todavía desplazados no planea volver.
Entre las principales razones para la negativa a volver están el miedo a la contaminación ambiental (46,1 %), la negativa a abandonar sus nuevos lugares de residencia tras una década (44,8 %) y la incertidumbre sobre el desmantelamiento de la central (41,6 %).
"Los evacuados no se encuentran en una posición en la que puedan confiar en lo que dice el Gobierno. La desconfianza aumentó al no divulgar información desde el principio del accidente y decir que no hubo un impacto inmediato", dijo a Efe la doctora Yoko Saito, investigadora del citado Instituto, a cargo del sondeo.
Algunos contemplan volver cuando sus hijos se independicen, mientras otros temen regresar por el rencor de sus familiares, que los acusan de haber huido con sus pequeños cuando todo estalló, explica la académica, quien cree que la despoblación de la zona se está abordando sin tener realmente presentes a sus otrora habitantes.
Otro "motivo de desconfianza" para los desplazados ha sido "plantear que la central nuclear de Fukushima está bajo control para albergar los Juegos Olímpicos", según Saito.
El gobernador de la prefectura, por su parte, destacó que el desmantelamiento de la planta "está en una etapa muy cercana al arranque" y admitió que "todavía no existe una valoración real del estado del combustible fundido y los escombros", entre otras dificultades para un proceso que se prolongará al menos hasta mediados de siglo.
Antonio Hermosín y María Roldán