El domingo, multitudes se reunieron para presenciar la demolición final de la histórica Iglesia de San Wendelin. Feligreses de toda la vida y miembros de la comunidad observaron con lágrimas en los ojos cómo la estructura, cargada de recuerdos, se desmoronaba. El evento, originalmente programado para el viernes, se pospuso debido a fuertes vientos, retrasando la retirada de tres campanas y la cruz hasta el domingo.
Para muchos, la iglesia representaba un vínculo profundo con sus raíces y su fe. Pam Urbanowicz, feligresa desde 1938, expresó su tristeza mientras otros, como Paul Wojtowitz, recordaban sus ceremonias de bautismo, primera comunión y confirmación en la iglesia. Algunos asistentes, como Margaret Hancock, incluso recogieron ladrillos del edificio para conservar un pedazo de su historia personal.
La demolición fue necesaria debido a los altos costos de reparación, estimados en casi $1.5 millones, y un número decreciente de feligreses. "Un edificio es un edificio. Pero son las personas en la iglesia las que hacen la iglesia", comentó Wojtowitz. Aunque la propiedad de la iglesia está bajo contrato de venta, los planes futuros para el terreno aún son desconocidos, dejando a la comunidad en suspenso sobre el destino de este espacio significativo.