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En exclusiva: Jugador Dani Rovira comparte su historia con La Mega Nota

por ANGELO CAVICCHIONI (angelo.cavicchioni@lamegamedia.com)


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PITTSBURGH, Pensilvania — Daniel Rovira, mejor conocido como “Dani” o simplemente el número 4 de los Pittsburgh Riverhounds, sin duda es un personaje único, esto evidentemente por su habilidad para destacar en el fútbol, pero además posee una cualidad innata de conectarse con las personas y hacer que ciegamente confíen en él.

Todo inicia en el Barrio Modelia, en Bogotá, lugar donde una pequeña cancha fue su primer campo de juego, allí después de haber finalizado sus estudios de bachillerato, se le presenta la oportunidad de viajar a los Estados Unidos, específicamente a New York, acompañado de su padre, quien en todo momento ha sido la “mano derecha”.

Con dudas, pero con la ilusión de un nuevo futuro, emprende ese viaje a los 16 años.

“Al llegar a este país mi papá me dijo: Aquí hay que mirar todo con ojos de turista –que siempre visualizan oportunidades– y todo lo ven bonito”, dijo Dani Rovira en entrevista con La Mega Nota, refiriéndose a lo que no desea perder nunca.

En una iglesia que frecuentaba, un amigo le preguntó si deseaba ser parte de su equipo. Aunque no tenía los recursos económicos para pagar una mensualidad en ese momento, lo intentó, sorprendiendo a los directivos y a los padres de los otros jugadores, que no dudaron un segundo en ofrecerle una beca.

Rovira obviamente contento decidió aceptarla, sin saber que ese sí, lo llevaría a una vida de mucho fútbol y definiría su carrera. 

“Me tocaba tomar un bus por 20 minutos, luego el tren por 25 minutos y allí otros dos buses para  llegar a la Universidad de Boston”, recuerda Rovira sobre el trayecto que realizaba para entrenar con este equipo, algo bien conocido por él, ya que en Colombia –para practicar en su club– debía viajar tres horas de ida y vuelta.

Luego, negociando con un amigo que tuvo la fortuna de obtener un formulario para las pruebas con la mayor categoría de ese momento, el Sub 18 de New England Revolution, obtuvo un cupo, solo con la condición de que su padre lo llevara al lugar de las pruebas, el cual era muy lejos.

Al llegar, le sorprendió observar que había más de 200 solicitantes. Tras varios días y pruebas, fue seleccionado. 

“Cuando llegué me dijeron que debía solicitar unos papeles, los cuales podían demorar hasta cinco meses y la temporada duraba ocho. Solo podía ir a entrenar”, detalla Rovira dejando claro lo difícil que fue para él no poder jugar en los partidos. 

En este proceso lo vio un entrenador y le ofreció una beca para pertenecer a Junior College, donde al tiempo que entrenaba tenía la oportunidad de estudiar. Es un momento que rememora con mucha frustración, ya que el idioma fue una barrera que poco a poco pudo vencer.

“Fue muy duro, había días que yo iba a clases y no entendía nada”, recuerda, confesando como su padre le decía que comprendía todo para que no se preocupara.

Al enterarse que el Sub 23 del New England Revolution entrenaría en la cancha del “college” donde estaba, firme en su convicción, pidió practicar con el equipo, pero no lo aceptaron. 

Siguió insistiendo por esta oportunidad, finalmente se lo permitieron durante algunas semanas y luego recibió una llamada para que fuera a ver un partido, en el cual por otra “casualidad” pudo jugar y anotar dos goles. 

Desde ese momento Dani Rovira formó parte del equipo y conoció a su actual agente, quien le dijo que grabara un video. 

Con dudas le comentó a su entrenador de ese momento, quien molesto le manifestó: “Puedes hacer lo que quieras, pero vas a perder la beca”.

Y es que su destino como jugador de fútbol profesional en los Estados Unidos ya estaba trazado. 

Un día, su agente llamó para informarle que, en Pittsburgh, Pensilvania lo querían como jugador y por primera vez iba a recibir un pago como profesional.

Él nuevamente entró en una disyuntiva con su vida, pero su padre lo apoyó y tomaron la decisión de elegir la “ciudad de acero” como su nueva casa.

“Sentía que ya había pasado todos los procesos: fui a una High School, luego a Junior College, luego a la universidad”, responde Rovira al preguntarle sobre las razones que le motivaron a definirse por los RiverHounds.

Desde que llegó al equipo negro y amarillo de Pittsburgh se sorprendió con el grandioso potencial de los jugadores y el personal que trabaja en el estadio. Realmente, todo lo enamoró, arraigándolo a esta ciudad donde ya lleva seis años, ha formado una familia que se encuentra en crecimiento y donde la afición lo ha querido como un hermano más. 

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Fotografía: (Cortesía/Dani Rovira)

 

 

 

 

 

 

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