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¡Erradiquemos la transfobia!

por Hugo Marín (hugo.marin@lamegamedia.com)


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El garantizar igualdad de derechos para las personas transgénero en Estados Unidos y el mundo es una cuestión de derechos humanos. Sin lugar a duda, estas son un sector marginado socialmente y en tiempos recientes la nación ha sido testigo de cómo políticos conservadores de extrema derecha han creado piezas legislativas que directamente atentan contra su estilo de vida. 

El transgenerismo como fenómeno social no es algo nuevo, ha existido a través de la historia y se ha manifestado de diferentes formas en múltiples rincones del planeta. En la época moderna, ya para la década de 1970, activistas transgénero como Sylvia Rivera abogaron vocalmente por salvaguardar el bienestar común de estas personas. 

En la actualidad, la narrativa ultraderechista y conservadora basa su repudio en factores religiosos y en una noción pseudo-científica que alude a la biología para solo reconocer dos géneros sexuales definidos intensamente por los órganos genitales. 

A diferencia de las personas gay y lesbianas, quienes están cómodos con su identidad de género, pero atraídos a otros de su mismo sexo, la persona transgénero siente que los órganos genitales no determinan su género. A pesar de haber nacido con genitales femeninos siente ser en realidad un hombre, y viceversa, para quien nació con genitales masculinos, pero prefiere ser mujer. 

De igual forma, otras personas no se sienten propiamente identificados como hombre o mujer y adoptan una fluidez de género en la que son ambos o ninguno de los dos. Quienes se identifican bajo esta falta de conformidad en los parámetros binarios se autodenominan como un tercer sexo, y de ahí surgen los pronombres neutrales (en inglés) de “they”, “ze” e “e”.  

De acuerdo con un estudio publicado en 2022 por el Williams Institute de la Escuela de Leyes de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), se estima que un total de 1.6 millones de personas en los Estados Unidos (mayores de 13 años) se identifican como transgénero.  

A pesar de que se trata de una minoría poblacional en términos generales –más allá de entornos políticos o religiosos– el tema se ha convertido en un eje de discusión en foros académicos y sociales, incluso dentro de círculos LGBTQ+. 

En la ciudad de Pittsburgh, por ejemplo, las celebraciones asociadas a “Pride” estaban a cargo de la Delta Foundation, una entidad dominada por hombres homosexuales. Grupos de personas transgénero no se sentían representadas adecuadamente y denunciaron ciertos elementos transfóbicos por parte de la organización. 

A partir de 2016 sectores más radicales optaron por no participar de los eventos relacionados, organizando actividades inclusivas por separado. 

Por otro lado, en la Universidad de Pittsburgh, que por décadas se ha caracterizado por ser una institución progresista, grupos estudiantiles de tendencia conservadora han presentado charlas públicas en las que invitan a oradores controversiales como Michael Knowles, a quien organizaciones de justicia social como el Thomas Merton Center han clasificado como alguien que promueve una agenda de odio. 

Colectivamente, son grandes los logros alcanzados por la comunidad LBGTQ+ y, sin lugar a duda, digno de celebración. Pero este mes también llama a reflexionar sobre el camino que falta por recorrer y las barreras aún por ser derribadas. 

Las personas transgénero, son todavía uno de los sectores poblacionales más incomprendidos y marginados en el país, inclusive dentro de esa propia comunidad con la que se les asocia.

 

*Esta es la primera entrega de una serie de artículos sobre el tema. En las siguientes ediciones se hablará de marginación, rechazo social y propuestas legislativas que lesionan los derechos de las personas transgénero, entre otros aspectos. (CC/Ted Eyla)

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