Las olas rompen en la costa occidental de Java, Indonesia, atrayendo a surfistas de todo el mundo en busca de sus mundialmente famosas crestas. Sin embargo, bajo la superficie del agua se esconde un desolador paisaje: botellas de plástico, envoltorios de comida y otros desechos flotan como sombras, desfigurando la majestuosidad submarina. La costa, una vez idílica, ahora está asediada por montañas de basura que llegan del océano, donde 2.000 camiones cargados de plástico se vierten diariamente.
La magnitud de esta crisis es asombrosa: el mundo produce 400 millones de toneladas métricas de residuos plásticos cada año, y solo el 9% se recicla. La mayoría de estos desechos encuentran su camino hacia los vertederos o, peor aún, hacia países como Indonesia, que ya luchan contra su propia marea de contaminación plástica.
En Indonesia, la limpieza de las playas es una tarea monumental. Como el segundo mayor productor de residuos plásticos del mundo, el país enfrenta una batalla constante para mantener sus costas libres de basura. Las comunidades pesqueras, desprovistas de servicios estatales adecuados, se ven obligadas a tomar la iniciativa en la limpieza. En lugares como Loji Beach, en Java Occidental, los desechos plásticos se acumulan sin cesar, atrapados por las corrientes oceánicas y depositados en la arena.
Marsinah, una mujer indonesia, se gana la vida recogiendo plásticos en estas playas, mientras que Rahmat Hidayat y sus colegas pescadores luchan contra un aumento alarmante de plásticos en sus capturas. La presencia creciente de plástico en la cadena alimentaria amenaza tanto la vida marina como la seguridad alimentaria de millones de personas que dependen del mar para sobrevivir.
Para enfrentar esta crisis, algunas comunidades pesqueras están adoptando medidas drásticas, mientras que los gobiernos nacionales e internacionales intentan implementar regulaciones más estrictas sobre el comercio de desechos plásticos. Sin embargo, las soluciones a largo plazo requerirán un esfuerzo conjunto a nivel global, así como un cambio fundamental en la forma en que producimos, consumimos y desechamos plástico.
El fotógrafo Edu Ponces reflexiona sobre la magnitud del problema mientras observa montones de plástico en los centros de reciclaje de Bangkok. Reconoce su propia complicidad en esta crisis y enfatiza la necesidad de un cambio colectivo. La lucha contra la contaminación plástica es una batalla que trasciende fronteras y requiere la participación de todos para preservar la salud y la belleza de nuestros océanos, que son el corazón mismo de nuestro planeta.
