La Paz, 24 ene (EFE).- La feria de la Alasita, declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, abrió sus puertas este lunes en la ciudad boliviana de La Paz en donde, a pesar de la pandemia, la gente se volcó con el mismo entusiasmo en busca de sus "sueños en miniatura".
Sin el acto masivo de inauguración, varios minutos antes de las 12.00 hora local (14.00 GMT) cientos de vendedores se apostaron en el campus principal en el centro de La Paz y la Alcaldía también autorizó algunos asentamientos solo por unas horas en otras plazas de la ciudad.
"Hemos querido llevar adelante la feria, pero no vamos a hacer ningún acto protocolar como generalmente se hacía", manifestó a Efe el secretario de Culturas de la Alcaldía paceña, Rodney Miranda.
El funcionario apuntó que para esta celebración se coordinó con los expositores de miniaturas la presentación del carné de vacunación "con el esquema completo", además, de controles para evitar aglomeraciones en los puestos de venta y uso del tapabocas.
LOS SUEÑOS SE IMPONEN
Miles de personas se apostaron en la feria principal y en las de las demás plazas para hacer los recorridos que dan vida a los sueños hechos miniatura y venerar al dios andino Ekeko, representado por un sombrero y bigote que lleva en su cuerpo todas las posesiones materiales que se pueden imaginar.
Adolfo Encinas es un comerciante que tiene un puesto en la feria y que antes del mediodía compró algunas miniaturas como billetes y luego los llevó ante un amauta o sabio andino para que realice un sahumerio y así su deseo se cumpla este año.
Contó que desde niño vio "la fe que han puesto" en su familia a la Alasita, que en aimara significa cómprame, y por eso continúa con esa tradición.
"La gente viene con esa fe de comprar en miniatura una casa, un auto, un título profesional o tal vez el carné de salud", dijo a Efe Mariano Condori un amauta que lleva años haciendo los rituales para que a través del Ekeko o la Pachamama o Madre Tierra y sahumerios se puedan cumplir.
Condori considera de que hay que pedir "con fe" ya que si uno asiste al mediodía del 24 de enero a la Alasita solo para "probar suerte" es posible que los deseos no se cumplan, pero sí aquello que se hace con determinación para que se vuelva realidad.
CONFIANZA EN EL EKEKO
Sandra Lanza es una boliviana que vivió 30 años en Venezuela y que no esperó para regresar a la Alasita y comprar un nuevo Ekeko o dios de la abundancia, ya que el que tenía se rompió en el aeropuerto cuando, hace seis meses, decidió regresar a su tierra.
"Soy muy creyente del Ekeko y esperé este hermoso día para conseguir uno en compañía de mi familia", dijo entusiasmada.
La tradición señala que los devotos que tienen en casa una imagen del hombrecillo cargado de bienes deben colocarle un cigarrillo encendido en la boca todos los viernes y renovarle las posesiones.
Otras costumbres también indican que el cigarro debe encenderse cada primer martes y viernes de mes para que así la deidad conceda lo que se le pide.
También se sostiene que el culto al Ekeko exige dedicación por parte de sus devotos que inclusive llegan a ponerle un nombre, le hablan y se sientan a su lado para masticar hojas de coca como si la estatuilla tuviera vida.
Los asistentes acudieron a la feria a comprar billetes, víveres, automóviles, títulos profesionales, una casa o un terreno para que sus deseos se cumplan.
El presidente de Bolivia, Luis Arce, siguió esa tradición y salió unos minutos de la casa de Gobierno para aproximarse a los puestos que se instalaron en la Plaza Murillo, sitio en el que también se encuentra el Parlamento del país.
Arce se aproximó a una comerciante para comprar billetes de miniatura y luego fue ante un amauta que imploró una plegaria en lengua aimara con una mano impuesta sobre la cabeza del mandatario.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró la feria de la Alasita como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2017, la cual también está vinculada con el solsticio de verano.
El año pasado por la pandemia la feria principal fue postergada por dos meses debido a la segunda ola de la covid-19.
Este año, la Alcaldía de La Paz autorizó la celebración de la feria a pesar de la cuarta ola que atraviesa el país con jornadas en las que se han superado los 14.000 contagios.
Gabriel Romano