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La minoría árabe de Israel ante un dilema electoral: pragmatismo o tradición

por EFE (editor@lamegamedia.com)


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Um al Fahem (Israel), 19 mar (EFE).- La minoría árabe de Israel afronta un dilema sin precedentes en estas elecciones: mantener el tradicional voto a partidos que defienden sus intereses desde la oposición u optar por un líder dispuesto a gobernar hasta con la ultraderecha con tal de integrarse en un sistema político del que han sido históricamente marginados.

La creciente violencia y criminalidad en sus ciudades y poblados, la falta de inversión en desarrollo y, en resumen, la histórica desatención por parte del Ejecutivo frente a sus necesidades, han llevado a los árabes israelíes a replantearse la lógica con la que escogen a sus representantes en la Knéset (Parlamento israelí).

La cifra de árabes muertos en episodios violentos, en muchos casos asociados a mafias o a tensiones entre familias, se ha disparado en los últimos años, desencadenando una serie de masivas protestas que desde hace más de dos meses demandan mayor intervención de las fuerzas de seguridad.

La respuesta de los líderes políticos, tanto árabes como judíos, ha sido un sinfín de planes y promesas, de inversión, de educación y de todo aquello que les sirva para ganarse el voto de este sector en los comicios del próximo martes, incluso desde partidos que han tenido hasta ahora una fuerte retórica antiárabe.

UNA PROPUESTA DIFERENTE

Uno de estos líderes, de su comunidad, les ha ofrecido una propuesta innovadora y hasta ahora desechada por los partidos árabes tradicionales: ser parte del Gobierno, sin importar con quién.

Su nombre es Mansour Abás y es el líder del partido islamista Raam, que se autodefine como pragmático y cuya escisión de la ya consolidada Lista Unida árabe, tercera fuerza más votada en las últimas elecciones, causó un terremoto político cuyas réplicas podrían sentirse a largo plazo.

Si bien los partidos sionistas y de derechas que gobiernan en Israel no parecen particularmente ávidos de incluir a una facción islamista, la aritmética electoral podría ubicar a Raam en una posición privilegiada para intercambiar su apoyo a una hipotética coalición por beneficios para su comunidad.

Este enfoque rompe con la histórica tendencia de este sector de votar a partidos árabes que se niegan a formar parte del Gobierno israelí, que tampoco los ha querido integrar.

"Nosotros no podemos ser parte de un Ejecutivo que nos discrimina, que niega nuestros derechos, que continúa el control militar del pueblo palestino y niega el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación", explicó a Efe Yousef Jabarín, miembro del Parlamento por la Lista Unida, que en los últimos comicios concentró un 87% del voto árabe.

Su formación se ha aferrado hasta ahora a sus posturas tradicionales, vinculadas no solo al bienestar de la minoría árabe, compuesta de palestinos y descendientes de quienes se quedaron dentro de Israel tras la fundación del Estado en 1948, sino también a los intereses de los palestinos residentes en Cisjordania ocupada, a quienes en muchos casos les unen lazos familiares.

"Ser oposición es preservar nuestra dignidad", sentenció, en clara alusión a lo que muchos describen como un abandono por parte de Abás de la causa palestina.

UN CAMBIO DE TENDENCIA

Según el analista político Thabet Abu Rass, la estrategia de Raam, aunque arriesgada, responde a una creciente voluntad por parte de la juventud árabe de "ser parte del juego y de la toma de decisiones".

"Hay un movimiento, una transición desde políticas reaccionarias a políticas participativas. De políticas de victimización a políticas de influencia", describió en un encuentro con periodistas, en el que enfatizó una y otra vez el agotamiento de esta comunidad frente a la falta de soluciones ante el aumento de la violencia.

Quien parece haber entendido el potencial de esta tendencia es el primer ministro, Benjamín Netanyahu, que hace tres meses se embarcó en una inesperada y agresiva campaña por el voto árabe, que incluyó quince visitas a ciudades y poblados del sector.

Y a pocos días de los comicios esos esfuerzos parecen estar dando frutos: según las últimas encuestas de intención de voto su partido es, por amplia diferencia, el partido sionista con mayor apoyo entre esta población, que vería en Netanyahu una vía rápida para obtener la influencia que anhelan.

Mientras que para Abu Rass este cambio de estrategia del primer ministro representa una "legitimación" de la comunidad árabe a ojos de los partidos sionistas y de la mayoría judía en general, Jabarín lo considera "un insulto" y una "manipulación sarcástica", tras más de diez años en los que el mandatario no hizo más que atacar al sector.

Como parte de esta política, agregó Jabarín, destaca la ley del "Estado-Nación" de 2018 que establece, en palabras del propio Netanyahu, que "Israel no es un Estado de todos sus ciudadanos, sino del pueblo judío y de nadie más".

Más allá de qué papeleta introduzcan en la urna el próximo martes, lo claro es que el reclamo de los árabes ha reverberado fuerte en los pasillos de una Knéset que ya empieza a verlos con otros ojos.

Pablo Duer



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