Quienes han residido en países en vías de desarrollo, conocen de cerca la necesidad de emigrar y cómo la hegemonía que ejerce los Estados Unidos sobre Centro y Sudamérica, al igual que el Caribe, impacta la calidad de vida.
Aquellas imágenes que recorrieron las redes sociales, en septiembre de 2021, llenaron a muchos de indignación y repudio, cuando agentes de la Patrulla Fronteriza acosaban a inmigrantes haitianos cerca de la frontera entre Estados Unidos y México.
Usando sus largas riendas de caballo como látigos, evitaban que los migrantes cruzaran a Texas, una escena paralela con el sombrío pasado de hombres blancos a caballo azotando a personas esclavizadas en los campos de algodón.
Sin embargo, el trato inhumano contra inmigrantes negros, particularmente haitianos, no es nuevo.
Un reciente informe de Haitian Bridge Alliance y Human Rights First describe las tácticas utilizadas por la administración Biden para mantener al pueblo haitiano en peligro, así como el hecho de que Estados Unidos es responsable de muchas de las condiciones que obligaron al pueblo haitiano a dejar sus hogares y buscar asilo aquí.
Por décadas, los haitianos han intentado ampararse en suelo estadounidense, pero todas las administraciones presidenciales desde los años 70 han tratado a estas personas de una manera diferente en comparación a otros grupos de migrantes, rechazando sus solicitudes, manteniéndoles detenidos por más tiempo y haciéndoles más difícil establecerse bajo condiciones seguras.
A principios de la década de 1990, por ejemplo, cuando Estados Unidos detuvo a más de 12,000 refugiados haitianos en Guantánamo, Cuba, por tiempo indefinido, los Servicios de Inmigración y Naturalización denegaron asilo a la gran mayoría de ellos.
La ola actual de migrantes haitianos está huyendo de un país que ha experimentado una crisis sin precedentes.
El pasado verano, Haití sufrió un terremoto de magnitud 7,2 y una tormenta tropical que mató alrededor de 2,200 personas, mientras miles más desaparecieron o resultaron heridas.
A esto se le suma el asesinato en julio del presidente Jovenel Moïse, hecho que agravó la violencia y la inestabilidad en el país caribeño.
De igual forma, los haitianos todavía están recuperándose del terremoto de enero 2010, que afectó a 3 millones de personas y provocó daños irreparables en viviendas e infraestructura. Desde ese entonces, pandillas han tomado el poder, lo que ha llevado a muchos haitianos a vivir con temor por sus vidas y la de sus familias.
En agosto de 2021, en un proceso para designar a los haitianos en los Estados Unidos bajo el Estatus de Protección Temporal (TPS), el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) señaló que “Haití está lidiando con una crisis política en deterioro, violencia y un aumento asombroso de abusos de derechos humanos”.
Sin embargo, a mediados de septiembre, el DHS reanudó los vuelos de expulsión a Haití, docenas de miembros del Congreso escribieron al gobierno de Biden para pedir el cese de todas las deportaciones, y la Agencia de la ONU para los Refugiados ha expresado una “seria preocupación” por las expulsiones sin “evaluaciones individuales”.
Los haitianos están experimentando el tipo de calamidad social para la que se diseñó el asilo en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Es importante recordar que pedir asilo es un derecho humano universal.
Por esta luz de esperanza en común miles escapan e intentan cruzar cualquier frontera para encontrar estabilidad, seguridad y mejores días.