CIUDAD DE MÉXICO (EFE) — Tras vivir 16 años en Estados Unidos y formar una familia, Ana Laura López fue deportada a México.
Como tantos otros mexicanos, ve en las próximas elecciones una oportunidad única para que gane Joe Biden e impulse una reforma migratoria que permita lo que más anhela: regresar y ver a sus hijos.
Su historia es un patrón muy común. Huyó a los 24 años de la pobreza en México, al tercer intento logró cruzar la frontera por Tijuana y gracias a las redes de apoyo de migrantes se instaló en Chicago, donde tiró adelante con mucho esfuerzo.
A los 40 años, ya con trabajo estable, estudios e hijos, quiso regularizar su situación migratoria, pero se le denegó y fue deportada a México, donde tuvo que iniciar una vida desde cero vendiendo dulces en la calle.
“Yo me siento de aquí y de allá, y es un sentimiento que nadie me va a poder quitar”, cuenta a Efe una resiliente Ana Laura, quien fundó el colectivo Deportados Unidos en la Lucha y aspira a un “cambio político” en el país donde construyó su hogar.
Anhelada reforma
Ana Laura no puede contener las lágrimas al pensar en las graduaciones y cumpleaños que se ha perdido de Ángel y Dani, quienes viven con su padre en Chicago, adonde ella no puede regresar en 20 años.
Por eso, esta mujer que se opone a “las políticas tan insensibles e inhumanas” del presidente Donald Trump tiene toda la esperanza puesta en que “haya una reforma migratoria” que facilite la “reunificación familiar” gracias al demócrata Joe Biden, a pesar de que fue vicepresidente de Barack Obama, cuyo gobierno deportó a tres millones de indocumentados.
“Todos estamos esperando un cambio. Si llega Biden, tiene una responsabilidad muy grande porque Barack Obama nos falló. Tiene esta responsabilidad porque si llega, estoy segura que será por el voto migrante”, sostiene en una entrevista en el taller de serigrafía que fundó junto a su colectivo.
Pero Ana Laura advierte que si Biden fracasa o contradice su hoja de ruta para ayudar a 11 millones de migrantes indocumentados, la lucha no termina.
“Poco a poco se van a ir sintiendo cambios en Estados Unidos, es necesario e inevitable”, opina, porque muchos de los futuros votantes han visto las “rudas” políticas migratorias del gobierno o tienen “papás que han sido deportados”.
Hijos de migrantes
A Ben Moreno le cuesta hablar español. Aunque nació en el fronterizo estado de Coahuila, su familia se mudó a Dallas, Texas en busca de trabajo cuando solo tenía tres meses.
A los 48 años, fue deportado a México por no tener papeles.
Este padre de familia que dirigía una empresa de acabados en Indianápolis, Indiana no quiso pasar años encerrado en una estación migratoria batallando su caso en vano, por lo que firmó su deportación.
Allá quedaron sus dos hijos: Vanessa, una abogada especializada en migraciones, y Bernabé, estudiante de ingeniería.
Ambos tienen la nacionalidad estadounidense, por lo que podrán votar el 3 de noviembre. Está convencido de que lo harán por Biden.
“Se ocupa de una persona que respete a la ciudadanía y se haga respetar. Donald Trump no respeta a la gente, ni a la Casa Blanca ni a Estados Unidos. Dice que ama a Estados Unidos, pero no ama nada más que a él mismo, no le importa la gente”, asegura.
“Biden nos va a regresar este respeto”, añade Ben, quien dice hablar en primera persona porque pese a no tener la ciudadanía nadie le puede quitar el sentimiento de pertenencia del país en el que pasó toda su vida.
Aunque fue deportado en 2014 bajo la Administración de Obama, no le guarda “ni rencor ni resentimiento” al expresidente, porque hizo las cosas según la ley y sin el “tono de racismo” que usa Trump.
Además, está convencido de que Biden restablecerá el programa DACA para “soñadores”, un amparo migratorio temporal que permite estudiar y trabajar a los migrantes que llegaron siendo niños, el cual es motivo de una batalla judicial en el Supremo.