Madrid, 19 feb (EFE).- Los tatuajes son comunes a varias culturas y periodos de la historia, además de ser considerados “El Rembrandt de los pobres” por el artista Henk Schiffmacher, que tras varias décadas viajando y coleccionando estas cuidadas ornamentaciones de la piel, presenta su propia enciclopedia sobre este arte milenario.
“Lo remarcable del tatuaje es que viaja por los distintos países y niveles de la sociedad, va de artistas a delincuentes, prostitutas y ladrones a reyes, para volver de nuevo a los artistas”, explica el artista, tatuador y coleccionista Henk Schiffmacher (1952, Países Bajos) sobre su obra, un compendio de técnicas, connotaciones e historias del mundo del tatuaje, del que se convierte en apasionado cronista.
“Coleccionar tatuajes es para muchos de nosotros la única forma de ser parte de la historia”, explica Schiffmacher, para quien son “el comienzo del instinto artístico del hombre”, cuyos orígenes se remontan 3.500 años atrás, edad estimada de la momia de Otzi, hallada en los Alpes con un total de 61 líneas tatuadas en el cuerpo.
Un recorrido gráfico y literario por la historia de los tatuajes, así es “Tattoo. 1730s-1970s. Henk Schiffmacher’s private collection” (Taschen). Esta biblia sobre la disciplina de los tatuajes, recorre la geografía e historia de una de las formas de “instinto artístico más antiguas del ser humano”, cuyas técnicas se extienden desde Japón a Malasia, Egipto y el mundo occidental.
“Tatuajes tribales”, “El arte antiguo japonés”, “La era del exhibicionismo”, “Nacido para luchar” y “La buena vida”, son los capítulos que vertebran esta enciclopedia visual y literaria sobre el arte del tatuaje y sus significados. El artista, compone este libro de historias y fotografías sobre técnicas, tatuadores, utensilios y connotaciones que el mundo del tatuaje ha ido adquiriendo con el paso del tiempo.
“Siempre ha habido una parte de mí que era como una urraca, ese pájaro que se hace con todo aquello que brilla”, reza el principio del libro, que coincide con el inicio de su autor en el mundo de la fascinación por el coleccionismo y los tatuajes en plenos años 70, fecha del “renacimiento del tatuaje” y base de la normalización de éstos.
“Empecé a coleccionar historia de los tatuajes antes de hacerme el primero, quería saber qué eran y de dónde venían”, narra el autor, que decidió salir de su Harderwijk natal para mudarse a Ámsterdam, donde se sumerge en este mundo: “Si quieres tatuar también te tatúas, cedes tu cuerpo entero por ello”, cuenta sobre esta época, antesala de sus viajes por el mundo para capturar diferentes fotografías y técnicas de este tipo de arte, que es “un idioma internacional”.
De marcar un estatus de jerarquía en las tribus maoríes en Samoa a los poderes mágicos que les atribuían en el antiguo Egipto, pasando por ser sello distintivo de criminales y ladrones en Japón para terminar por volver a integrarse en la cultura popular de occidente, los tatuajes son la carta común de diferentes civilizaciones y franjas temporales.
Tras años investigando sobre el tema, Schiffmacher piensa que “dicen más de una persona que cualquier otra cosa”, y encuentra su mayor deseo es que “algún día la Unesco incluya el tatuaje tradicional en la lista de bienes intangibles patrimonio de la humanidad”, explica a lo largo de sus páginas, tras una vida dedicada a estudiar este tipo de arte.
“Conservo una piel tatuada de una persona de hace 150 años, ella se ha ido, pero sus tatuajes siguen comunicando cada día”, explica sobre una pequeña parte de su extensa muestra, resultado de una práctica común en Japón por la que personas con el cuerpo tatuado en “Irezumi” o arte tradicional japonés, donaban su piel al fallecer.
Un estilo de tatuar que se convierte en un sello distintivo de los tatuajes japoneses, y que junto a la técnica de dibujo “uki-yo”, impulsada por el artista Utagawa Kuniyoshi y que el autor define “como si Rembrandt hubiera pintado superhéroes de Marvel a través de tatuaje”, hacen de Japón otro punto clave de la geografía de este arte, que el autor desglosa y detalla en sus páginas.
Tras décadas dedicadas a archivar y coleccionar documentos gráficos, la clave reside para el autor en “el poder de las imágenes” que los tatuajes proyectan a través de este “lenguaje simple de comunicación”, válido cualquier parte del mundo desde tiempos primitivos, en los que “los primeros tatuajes ya ponían de manifiesto la necesidad humana de la expresión a través del arte”.
En un compendio de más de cuatrocientas páginas en las que “las imágenes cuentan sus propias historias”, Schiffmacher se convierte así en un cronista del tatuaje a través de su extensa colección, con la que hace “un homenaje al mundo antiguo del tatuaje” como nexo artístico entre diferentes culturas y periodos de la historia.
Por María Muñoz