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Ritmos, movimientos y tambores afroantillanos

por Hugo Marín (hugo.marin@lamegamedia.com)


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“Por la encendida calle antillana va Tembandumba de la Quimbamba. Flor de Tórtola, rosa de Uganda, por ti crepitan bombas y bámbulas. Por ti en calendas desenfrenadas quema la Antilla su sangre ñáñiga” — Majestad Negra”, Luis Pales Matos.

Fueron despojados de todo, robados de África para ser esclavizados en el Caribe americano pero impregnado en sus memorias trajeron consigo hermosos ritmos de percusión. 

Con troncos de árbol, barriles desechos y cuero de cabra elaboraron tambores que con el pasar de los siglos evolucionaron en las músicas bailables más populares de Latinoamérica y el mundo.

Desde la salsa, el merengue, el mambo y el guaguancó hasta el rap, el dembow, el trap y reggaetón, todos tienen un denominador común: raíces africanas.

Viviendo bajo las atroces e inhumanas condiciones del trabajo forzoso, para nuestros ancestros africanos (en las Antillas) la música era lo que denominaban “sumangué”, que significa expresión. Sus canciones eran todo lo que tenían y a lo que se aferraban para poder aguantar y sobrevivir en la esclavitud.

La música era un tipo de lenguaje universal en las culturas del oeste y centro de África, la cual también utilizaron para comunicarse entre sí, al igual que en sus celebraciones religiosas. 

En el Puerto Rico colonial, a raíz del olvido por las autoridades españolas, prolifera el mestizaje y llegan esclavos escapados de otras islas en busca de refugio. De hecho, historiadores apuntan a que la mayor parte de la población a principios del siglo XIX consistía predominantemente de mulatos y gente negra.

De la pobreza extrema que existía en Puerto Rico nació el criollismo, y la figura negra fue clave esencial en el desarrollo cultural boricua. Costumbres y tradiciones que arribaron de África se generalizaron y pasaron a formar parte integral en la fragua de la puertorriqueñidad. 

De la mezcla de ritmos africanos con toques criollos surge la bomba y la plena como música autóctona, característica de las zonas costeras. Ambas están basadas en la percusión y en ellas se incluyen numerosos ritmos bajo esta clasificación. 

En la bomba, por ejemplo, existen 32 vertientes distintas entre las que se encuentra el sicá, el yubá, el cuambé, colbé y el seis de Loiza. 

La diferencia entre ambas es que la bomba se toca con tambores, mientras la plena se hace con una especie de panderos llamados “pleneras”. 

Se trata de un tipo de poesía rítmica que era utilizado para expresar tristeza, alegría, coraje y fervor espiritual. Aún hoy día, cuando los puertorriqueños celebran o protestan, lo hacen al son de bomba y plena. 

La plena también ocupó un rol de “periódico nacional”, llevando noticias relevantes entre vecindarios. Aunque difícil de precisar con exactitud su origen histórico, algunas canciones han trascendido hasta convertirse en tradicionales como es el caso de “Cortaron a Elena” que narra el desafortunado asesinato de una mujer y “Por ahí viene el temporal”, advirtiendo sobre una poderosa tormenta. 

A mediados del siglo pasado, con el establecimiento de la industria musical, el dúo de Maelo y Cortijo popularizaron los géneros a nivel internacional. Su influencia fue instrumental en el desarrollo de la salsa y reggaetón; artistas como Tego Calderón, Residente de Calle 13 y Bad Bunny los señalan como inspiración. 

El soneo de las sílabas cantadas en sincronización con los piquetes de tambores de la bomba y la plena también se hicieron eco en los precursores del rap neoyorquino en la década de los 70. Pero ese tema lo discutiremos en otra ocasión. 

 

 

 

FOTOS: 

(La Mega Nota/Hugo Marín) | 

(Facebook/Instituto de Cultura Puertorriqueño) 

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