Madrid, 12 mar (EFE).- Hablar con Santiago Sequeiros es una inmersión en un laberinto de sombras, alcohol y lucidez, por eso su "Romeo Muerto", obra a la que ha dedicado 24 años, es un ejercicio operístico bizarro que empezó como un tebeo sobre el "desamor y el vacío" y que con el tiempo transmutó a un cómic sobre esos 24 años en los que se "mató bebiendo".
Desde hace años Sequeiros vive en Carboneras, Almería, un lugar al que llegó desde Madrid porque pensó que si no tenia AVE sería un sitio "barato" donde vivir. Y desde allí habla con Efe con motivo del lanzamiento de este último trabajo (Reservoir Books), que supone para él "cerrar una puerta".
"En estos años ha habido idas, venidas, pero a lo que me he dedicado de verdad ha sido a beber y beber y trabajar para ganarme la vida y pagarme las copas, pero 'Romeo Muerto' ha sido algo que empecé en 1997 y que ha estado siempre en mis cuadernos, iba apuntando notas, construyendo", explica este argentino de nacimiento (1971) pero criado entre Galicia y Madrid.
Por eso su "Romeo Muerto" ha necesitado 24 años de gestación, porque no se pudo dedicar, cual "monje cisterciense", a esta obra. Aunque, reflexiona, estas más de dos décadas también han contribuido a que en estas páginas haya "tantas capas".
"Porque -explica- la estructura de Romeo no ha cambiado en estos años, pero la perspectiva si, y lo que iba a ser un tebeo sobre el desamor, la mala pena y el vacío, al final ha transmutado en un tebeo sobre la vida de esos 24 años que me he matado bebiendo".
En concreto, describe desde Almería con una voz profunda y brillante, "Romeo Muerto" comenzó a estructurarse en 1997 sobre la idea de un tipo encerrado en un hotel que en realidad es la metáfora del cuerpo de su desaparecida mujer.
"Y él vive dentro de ella, todo es ella y por eso está tan hecho una mierda el hotel, porque la ausencia de ella ha llenado su vida. Pero esto es mentira, porque Romeo es el engaño de un alcohólico porque el tipo está encerrado realmente en una botella, no en el desamor, ni en una mujer. Y en todos los descansillos del hotel lo que hay es la nada, son fantasmas, pesadillas, toda esa especie de ruido mental de estar todo el día borracho", apunta.
Ni arrepentido ni encantado, que diría Sabina, asume su alcoholismo como algo personal, consecuencia de no saber gestionar sus emociones desde niño, y por eso no le da ningún mérito al Dios Baco respecto a lo onírico, metafórico o psicodélico de esta obra cumbre a la que preceden "Ambigú", "Nostromo Quebranto" y "Tó Apeiron".
Y, avisa, en su Romeo, que nada tiene que ver con el de Shakespeare, lo que se ve es un "tipo que está intentando gestionar sus emociones de una manera un poco difusa".
"A los 20 años sabía que era alcohólico y a mis 40 acabé en un estado bastante inútil, no hacía otra cosa más que beber, tuve que dejar el trabajo y eso cambió el punto de perspectiva. Si hubiera hecho este cómic de una manera natural y hubiera tenido una vida normal, lo habría empezado en 1997 y lo hubiera acabado en 2002 y sería un tebeo sobre la mala pena y la vida de un alcohólico que está metido en un hotel, pero no representaría el cadáver putrefacto de uno mismo", reconoce.
Porque así es "Romeo Muerto", el protagonista de estas "capas geológicas" en las que aparecen otros personajes, viejos conocidos para los lectores de Sequeiros, como Ambigú Rebis, Susi Patíbulo o Fanny Pelopaja, todos ellos habitantes de "La mala pena", esa ciudad, también personaje, donde llueve orujo.
Vidas humanas vestidas de látex de las que salen reflexiones metafóricas como la de "una mañana de resaca es como el destrozo de una alegría".
"Me gusta mucho poetizar, no soy un escritor nada realista, lo intento aunque no estoy seguro de lo que hago, es como si quiera encontrar algo debajo de un manto de algo, pero por otro lado sé que cuando utilizo metáforas también oculto, pero me produce una vibración que me gusta", confiesa antes de preguntar si "esto se va a entender".
Se entiende, sí, porque en los tebeos de Sequeiros emana ese "miedo" que tiene "desde que era jovencito".
"En mis tebeos soy muy turbio y a la gente le gusta que le den las cosas más mascadas, pero quiero contar una historia. Hace muchos años decidí y tuve que elegir y expresarme a mi mismo con los tebeos. Cuando hago un tebeo lo que me impulsa no es contar una historia, estoy intentando contarme a mi mismo una historia. Me estoy contando a mi mismo y luego lo comparto con los demás. No soy un contador de historias al uso", concluye.
Pilar Martín.