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Tembleques, montunas y sombrero pinta’o

por Yahaira Webber (yahaira.webber@lamegamedia.com)


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Cuando se habla de trajes folclóricos panameños siempre llama la atención ese copado grupo de accesorios en la cabeza que acompaña La Pollera.

Son diseños creados con diminutas perlas, canutillos, chaquiras y cristales de Swarovski, todos confeccionados por las manos de artesanas que se inspiran en la flora y la fauna de la región.

Tradicionalmente se hacían con escamas de pescado, secadas al sol, recortadas en forma de hojas y pétalos y luego pintadas en remojo de papel crespón.

Con el pasar de los años, la técnica fue evolucionando hasta lograr que los tembleques de escamas sean ahora como “reliquias”, muy difíciles de encontrar.

Al juego completo se le llama “cabeza de tembleques” y valen desde $150 hasta sobrepasar los $1,500, todo dependiendo de los materiales usados. ¡Entre más sencillos más económicos; entre más cristales, más valen! 

En la “Bajada de Salsipuedes”, al final de la Avenida Central, cerca del Parque de Santa Ana, en los pequeños puestos artesanales todavía se encuentran juegos muy bonitos entre $150 y $250 dólares que incluyen tapamoños, tapaorejas, el par de pavitos o penquitas, mariposas, flores, los diminutos jazmines, rellenos y hasta un par de alacranes.

Pero si ya piensa en algo más elaborado y lujoso, entonces debe visitar Las Tablas, donde el arte de los tembleques cuesta por lo que brilla. 

Los puede elegir del clásico color blanco para la pollera de gala (de lujo) o pedirlos de colores para la montuna santeña que se usa con trenzas o con sombrero.

La montuna santeña es una variación –muy hermosa y colorida– propia de la provincia de Los Santos, en la península de Azuero.

La camisa es trabajada a mano al estilo de la pollera de lujo.

Puede ser “talqueada” y calada, marcada o zurcida, algunas hasta llevan bordados de puntadas sencillas, lo cual abarata el costo de producción.

Se acompaña de un “pollerón” de flores que –por tradición debe ser confeccionado a mano– pero como los tiempos evolucionan, la facilidad de una máquina de coser ahora cambia cualquier perspectiva.

También tienen la pollera Tumba Hombres que se caracteriza por una falda de rayas con una camisa blanca y la ocueña para bailar la danza de El Manito, típica de las “juntas de embarre”, en Ocú, provincia de Herrera, donde se usa sin zapatos.

Si ha visto alguna presentación de un grupo folclórico panameño en Estados Unidos, tal vez se ha familiarizado solo con el vestido masculino de gala, que consta de un pantalón negro y una camisilla blanca.

El montuno es una variación regional que representa al campesino con pantalones cortos y una camisa fresca de flecos, siempre llevando chácara y machete para trabajar en el “monte” durante todo el día.

Lo hacen con una tela muy barata que llaman “manta sucia”; le sacan hilos al borde para formar flecos que intercalan con colores y bordados superiores.

Además, pueden usar un pantalón doblado a la rodilla para complementar la camisa del montuno.

El traje del varón panameño no tiene sentido sin el inseparable sombrero, otro accesorio confeccionado a mano con fibras de la naturaleza.

El montuno lleva un sombrero sencillo, un tanto rústico, mientras que el vestido del “parejo” que acompaña a la empollerada de gala requiere el famoso sombrero pinta’o, elemento folclórico autóctono declarado por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2017. 



 
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