Madrid, 14 may (EFE).- La faena de regusto y torería añeja que Morante de la Puebla le hizo al segundo toro de la tarde, y premiada con la única oreja, resaltó sobre los destellos aislados de sus dos compañeros de cartel, en la segunda corrida del abono de San Isidro celerbada hoy en el Palacio Vistalegre de Madrid.
La actitud con que el veterano diestro sevillano encaró la lidia de ese toro tuvo el poso del toreo más clásico, con unas formas toreramente muy "cultas" en las que ahonda desde hace tiempo, incluso en la manera de vestirse de luces, con trajes y montera de corte casi decimonónico.
Pero por encima de lo formal está el fondo de lo que Morante les hace a los toros, y en concreto a ese segundo de hoy, con el que, desde el recibo con unas entregadas verónicas hasta la hábil estocada final, todo estuvo marcado por la armonía, el temple y el buen gusto, además de esa profundidad que añade a cada suerte el irse con el pecho tras las embestidas.
Sin llegar a exigir demasiado al de Juan Pedro Domecq, noble pero medido de raza, Morante se recreó en tres series de pases con la derecha muy ligadas, con sus respectivos adornos, y una de natural, sin llegar a hilarlos, pero todos de largo y acompasado recorrido.
Ese fue el momento más redondo de la corrida, pues el de la Puebla optó por machetear pronto, aunque tardó más en matarlo, al áspero y basto sobrero de Daniel Ruiz, trocando las palmas en pitos. Y porque ni Enrique Ponce ni Pablo Aguado terminaron de concretar ninguna de sus faenas, a pesar de algunos destellos notables.
Ponce los consiguió con el primero, y toro serio y de finas hechuras que adelantó ya la pauta de la excelente presentación que tuvo el sexteto de Domecq. Primero lo saludó decidido a la verónica y luego le cuajó un deslumbrante inicio de faena, saliéndose con el animal hacia los medios con ritmo y auténtica categoría de maestro, primero con la rodilla flexionada y luego con trincherazos al paso.
Pero, lamentablemente, ahí se quedó todo lo poco bueno que hizo el veterano diestro valenciano, pues, inexplicablemtente ante la buena condición del toro, después lo pasó con ventajas ligereza desde la pala del pitón, en un trasteo precavido y periférico.
Y más de lo mismo le sucedió con el cuarto, éste un punto más bravo que el anterior, con el que Ponce volvió a ofrecer una preocupante sensación de incapacidad hasta que, en un esfuerzo casi titánico, consiguió ligarle tres naturales con un mínimo de asiento y mando.
Los momentos más destacados de Pablo Aguado llegaron con el tercero, y fueron tanto unos buenos lances de salida como un posterior y excelso quite a la verónica, en el que hubo una verónica clamorosa por el lado izquierdo, por la hondura, el temple y la absoluta entrega con que le interpretó.
Mientras el toro mantuvo un mínimo de bríos, el joven sevillano hizo gala también de su buen gusto muletero, solo que, con el enemigo a menos, tampoco llegó él a subir el tono de su corrección formal, sin que ya el rajado sexto le dejara siquiera desquitarse.
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FICHA DEL FESTEJO:
Cinco toros de Juan Pedro Domecq y un sobrero (5º) de Daniel Ruiz, sustituto de un titular devuelto por inválido. Corrida de impecable presentación, muy equilibrada de seriedad y buenas hechuras, y de buen y noble juego en su conjunto, salvo el rajado y parado sexto. El sobrero resultó áspero y desrazado.
Enrique Ponce, de carmín y oro: estocada trasera y tres descabellos (silencio); media estocada trasera tendida (silencio).
Morante de la Puebla, de barquillo y oro con remates negros: estocada desprendida (oreja); dos pinchazos, media desprendida y descabello (leves pitos).
Pablo Aguado, de corinto y oro: pinchazo, estocada baja y dos descabellas (ovación tras aviso); cuatro pinchazos y dos descabellos (silencio).
Entre las cuadrillas destacaron en la brega Juan José Trujillo e Iván García. Este último también saludó en banderillas, igual de Abraham Neiro y Pascual Mellinas.
Segunda corrida de la feria de San Isidro en el Palacio Vistalegre, con unos dos tercios cubiertos de un aforo de 6.000 localidades.