Al montar el altar, uno no solo se refleja en la vida, sino también en el goce de nuestros seres queridos que ya no están aquí con nosotros. Es algo que se hace en familia, donde todos contribuyen y se comparten historias del tío, del amigo, del abuelo.
A los altares se les agregan velas, simbolizando la luz que guía a las almas en su camino de regreso al mundo de los vivos.
La flor de cempasúchil, con sus colores radiantes y aroma fuerte, se cree que también atrae y guía a las almas de los difuntos.
Las calaveras de azúcar representan la muerte y la dulzura de la vida. El incienso purifica el ambiente y aleja los malos espíritus.
El papel picado de colores vibrantes simboliza la alegría de la celebración y el viento.
La comida incluye los platillos favoritos del difunto, como tamales, mole, frutas y pan de muerto.
El agua recuerda la pureza del alma y calma la sed de las almas después de su largo viaje.
Por último, los objetos personales del difunto pueden ser cualquier cosa que haya sido significativa en su vida.
Los altares de muertos no solo son una forma de recordar a los seres queridos, sino también una manera de mantener viva la conexión con ellos.
Esta tradición es un reflejo de la visión mexicana de la muerte, que no es vista como el fin, sino como una etapa más en el ciclo de la vida. Una tradición que pasa entre generaciones.
Fotografía: (Flickr/DTraveller Cancun)